domingo, 7 de octubre de 2007

Una Rosa Celestial sin espinas


“A María Auxiliadora
la corneta y el tambor
el Batallón de Carmona
va tocando con buen son
por la ruta soñadora
de Don Eduardo Benot.
Y los llama Don Ubaldo,
"estos niños míos son"
que hacia el Cielo desfilando
desde el Tiro de Pichón
con Santo Domingo Savio
les espera el gran tenor
que lo fue Don José Caño.”

Abandono un poco la crítica a esta ciudad que se va desboronando poco a poco, que adolece, insegura, falta de vitalidad, sin rumbo fijo, sin puerto ni faro que guíe para detenerme un momento en algo que sí mueve el corazón de muchos carmoneneses. No es 24 aún. Ya lo sé. Pero cuando el Mayo obrero asoma por las hojas amarillentas del calendario de turno, mi corazón se torna en dos colores abandonando el rojo de lucha, el rojo pasión para sustituirlo por el celeste de cielo y el rosa de fragancia pura. Muchos años de visita continuada a esa pequeña capilla, y a capillas del resto de Europa. En Turín logré ver la grandiosidad de lo que representa. Todo un “Vaticano” para ella.

Hablo de la Madre de los Salesianos, de la madre de todos aquellos que me han acompañado y me siguen acompañando. Es un olor especial el que impregna la Auxiliadora de Carmona al ambiente primaveral. Siempre, desde hace más de 108 años, acompaña a sus hijos bajo su manto, no abandonándoles nunca en las horas de la lucha, tal y como dice el “Rendidos a tus plantas”. Bajo su amparo vi la luz primera de este mundo; bajo la sonrisa de su mirada, día a día, yo fui creciendo en su amor; desde mi infancia, yo me consagré a Élla, empeñado en difundir por todos lados su esplendor y solemnidad de sus cultos, a tono con lo que Carmona siempre ha querido para su Madre y Señora.

No encuentro piropo alguno capaz de enaltecer la virtud de su grandeza y de su Auxilio. No hallo adjetivo que pueda describir su soberana belleza, ni hay en el mundo poeta que sepa cantar el perdón de sus ojos. Nada encuentro, ni en los Profetas, ni en los Romanceros castellanos, ni en la lírica más mística. No encuentro piropo. No lo encuentro.

Recuerdo el día en el que mi querido abuelo se marchó para siempre… Las cosas del destino me hicieron estar entre la casa de los ladrillos coloraos, que en Cádiz es el Falla, pero aquí son los Salesianos. Lo primero que hice fue marcharme sólo a esa coqueta capilla tan remozada por claveles en esta época florida del año y hablar con Élla. Su consejo fue sabio: la efímera sonrisa que esboza me dio a entender que tengo que estar alegre, porque Dios se lleva a las buenas personas que ya no aguantan en la tierra y así descansar eternamente y disfrutar de la vida eterna. Su rostro sonriente es un halo de esperanza que me anima a seguir día a día con una fortaleza sin igual.

Me marcharé de este rinconcito sin saber si ha gustado este homenaje a mi Auxiliadora y a mi Casa durante dieciséis años. Lo que es seguro que cada palabra que ha salido de mi puño, ha estado guiada por la mejor pluma que ha existido en la Historia de la Literatura: el corazón. Empecé en verso y acabaré de igual manera para gritar siempre que: ELLA LO HA HECHO TODO.
“Que tienes Madre amorosa,
que cuando miro Tu cara,
fresca fuente de agua clara,
rosal florido de rosas,
sonrisa con luz de cielo,
mirada con luz de alba.
Suave cual terciopelo
es la luz de Tu mirada,
que como puros diamantes
los corazones desgarras,
de emociones y recuerdos
y los llenas de esperanza.
Por eso Reina y Señora,
madre y Abogada nuestra,
sigue siendo Auxiliadora,
para que nunca las penas
llenen nuestros corazones.
Y que seas la azucena,
que con la blanca sonrisa
de Tu mirada serena,
seas como la suave brisa
que destierre nuestras penas.

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